Por Santiago Rafael Caba Abreu.
La intolerancia y la ignorancia política de América Latina fueron causas de crímenes absurdos.
En la medida que el tiempo pasa y la madurez de nuestros pueblos crece, se hace más ruidoso cada hecho oprobioso de los gobiernos que, aún ejercidos por líderes brillantes, recurrieron al asesinato de dirigentes opositores para mantenerse en el poder.
En la República Dominicana, por ejemplo, resuena en el eco de la conciencia social hechos nefastos del régimen Balaguerista en sus primeros periodos de ejercicio consecutivo del poder durante 12 años, y uno de los episodios que más se recuerda fue el asesinato frío de un joven profesional que fue calificado por la Academia como "un ejemplar estudiante universitario, graduado Summa Cum Laude en la Facultad de Ingeniería y Arquitectura de la Universidad Autónoma de Santo Domingo".
Un día como hoy, precisamente jueves 24 de septiembre de 1970, un grupo de policías, sicarios del régimen de los 12 años de Balaguer rodearon un apartamento, en su interior tres seres humanos en el calor de la familia, de ellos un joven padre, fue asesinado de un tiro en la cabeza con una pistola calibre 45. Se encontraba en la casa con su esposa, Mirna Santos, que estaba embarazada, y su hijo de dos años de edad. Se trató de Amin Abel Hasbún, considerado como uno de los políticos marxistas de más sólida formación teórica. En 1972 fue publicado su inconcluso libro "América Latina busca su camino".
El Doctor Balaguer se recuerda, no tanto por sus obras materiales que constituyen ciertamente una ruta de expansión y desarrollo del país, sino por los crímenes y desapariciones de intelectuales, pensadores y políticos que trataban de exponer sus ideas en un sistema que pretendía llamarse democracia, pero donde imperaba la intolerancia del caudillismo gobernante de la época.
De ese hecho fue acusado un raso de la Policía Nacional de apellido López Acosta, quien fue juzgado y condenado a cinco años de prisión, quien fue posteriormente liberado al cumplir la mitad de la condena.
Hacen 50 años de un asesinato fatal, de una barbarie política, de una manifestación maldita del alma infausta de Balaguer y sus esbirros, y todavía vive en la memoria nacional ese episodio oscuro de nuestra historia que mancha un gobierno, un liderazgo y una impronta, pudiendo estar siendo recordado por otros hechos de mejores bondades.
En su sepulcro le siguen a Balaguer muchos hechos sangrientos y desapariciones de seres humanos de reconocida trascendencia, pero el crímen de Amin Abel Hasbún permanecerá en la historia como una mancha indeleble del poder ejercido a la fuerza y sin corazón.
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