Por Edgar Álvarez
Guayubín, Montecristi. – Enclavada entre lomas áridas cubiertas de cambrón, cactus y otras plantas endémicas del noroeste dominicano, la comunidad de Villa Sinda, en el municipio de Guayubín, se levanta como un símbolo de desarrollo rural, organización comunitaria y amor por la tierra.
Fundada a mediados del siglo pasado, Villa Sinda ha crecido a base de trabajo y solidaridad. Su economía gira en torno a la agricultura tradicional, con cultivos como yuca, guineo, maíz y otros rubros de ciclo corto, además de la producción de miel de abeja, una actividad que se ha consolidado como uno de sus principales motores económicos.
Gracias a su vegetación silvestre y clima seco, Villa Sinda se ha convertido en un centro regional de apicultura, destacándose por la calidad de su miel, producida de forma artesanal por apicultores locales. “Aquí tenemos una miel pura, de floraciones naturales como el cambrón y el guasábara. Eso le da un sabor especial”, señala Félix Rodríguez, apicultor y líder comunitario.
Otro logro reciente que ha cambiado la vida de los residentes ha sido el asfaltado de todas sus calles, una obra que ha mejorado el transporte, la movilidad y el acceso a servicios básicos. “Antes era lodo y polvo; ahora vivimos mejor, y podemos sacar nuestros productos sin dificultad”, expresa doña Carmen López, comerciante.
En la parte llana de Villa Sinda se aporta al desarrollo energético nacional, con la producción de energía solar a gran escala, gracias a la instalación de paneles solares que aprovechan al máximo la radiación solar del noroeste. Esta iniciativa no solo representa una fuente limpia y renovable, sino también una oportunidad de empleo y desarrollo tecnológico en la zona.
Villa Sinda también avanza en lo social. Jóvenes y adultos participan en programas de educación, cuidado del medio ambiente y desarrollo comunitario. Las mujeres lideran iniciativas productivas y la comunidad mantiene una fuerte identidad cultural basada en el respeto, la colaboración y la fe.
En medio del paisaje seco del noroeste dominicano, Villa Sinda florece como un ejemplo de comunidad organizada, resiliente y llena de futuro. Su historia es una mezcla de esfuerzo, dulzura y esperanza, escrita entre lomas de cactus y el zumbido constante de sus abejas trabajadoras.
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